Zhen Qinrou miró al hombre con una mirada furiosa. Sus cejas fruncidas y expresiones rígidas evidenciaban que estaba perdiendo la paciencia. Ya estaba al borde de perder todo lo que había conseguido con tanto esfuerzo y aquí la única persona a la que había acudido para pedir ayuda la estaba chantajeando.
—RouRou, repetiré mis palabras. Estás definitivamente equivocada. Esa mujer debe haber muerto. Me aseguré de ello, hace años. Puede que no lo creas, pero el fuego que provoqué en su lugar no era algo de lo que un ser humano pudiera salir con vida. Debe haber muerto allí —dijo el hombre, intentando convencerla para que le creyera, pero ante sus palabras, la mujer solo pudo soltar una carcajada.
—Entonces, ¿me estás diciendo que creas que Yun Yuchun no es humana? Porque estoy muy segura de que sobrevivió a ese fuego o tal vez nunca estuvo allí dentro —replicó Zhen Qinrou en cuanto escuchó al hombre empezar su mismo viejo cuento de nuevo.
