—¿Dónde has estado, señor Belcebú? Sabes que ya has malcriado a esta pequeña diabla hasta el punto que sin escuchar tus charlas por las noches, no puede dormir —dijo Li Xue al sentir la presencia del hombre detrás de ella mientras arropaba a su pequeña en la manta.
Una vez se aseguró de que su hija estuviera cómoda bajo la manta, se giró para mirar al hombre. —¿Qué? No me mires así. No estoy mintiendo. Tengo que leer este diario especial tuyo para hacerla dormir. Incluso en todos los días anteriores cuando no estábamos aquí, la Hermana Margaret ha hecho lo mismo. Ha leído tu libro para hacerla dormir. No sé por qué le gustan tanto estas aburridas historias de negocios cuando nunca me han interesado este tipo de estudios de caso.
—Porque ha heredado mis costumbres —respondió Feng Shufen con desenfado, haciendo que las cejas de Li Xue se fruncieran un poco pero luego añadió—. Soy su padre. Solo será mejor si se parece más y más a mí .
