—La cara de Zheng Wenting se volvió rígida de inmediato cuando escuchó las palabras del señor Tang Daozhi. Su frente se cubrió de gotas de ansiedad, pero luego escuchó al hombre soltar una risita de tranquilidad ante la escena. Estaba completamente desconcertado, como un tonto del pueblo.
—¡Jaja... Tranquilo! CEO Zheng. Mis palabras no son nada serias, pero tampoco son incorrectas —dijo él.
—¿A qué se refiere, señor Tang? —preguntó Zheng Wenting, secándose suavemente el sudor de la frente—. Temía que, para resolver uno de sus problemas, trajera otro desastre sobre sí mismo.