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Zheng Wenting quería ver más al hombre dentro del coche, pero justo cuando pensó en echarle un vistazo, toda su atención fue desviada por el anuncio de la pequeña niña.
—He venido a buscar a mi Mamá. Y no estoy sola —sus ojos se giraron para mirarla con las cejas levantadas en señal de interrogación. Su gesto era simple y comprensible. Quería que la niña continuara sus palabras, pero cuando se trata de la cualidad de la terquedad, el pequeño cuerpo no era menos que el de su madre. Y ahora, consentida y entrenada por su Ángel Papá, era más letal.
Parpadeando los ojos con toda su inocencia, ella descartó descaradamente la orden que le habían impuesto.
Al verla así, incluso Li Xue se sorprendió. Esta niña... definitivamente esa no era su enseñanza. No es que Li Xue alguna vez haya forzado a su hija a responder a alguien contra su voluntad, pero aún así le ha enseñado a permanecer cálida y reconfortante con las personas de su alrededor.
