Los placenteros rayos de sol entraron lentamente a través de la ventana, avanzando poco a poco hacia el adorable ser que dormía en la cama. Cuando la suave luz golpeó su cara, se retorció un poco ante su repentina aparición, pero luego dulcemente permitió que el sol la besara y le infundiera energía.
—WeiWei, despierta ya. Ya es mañana, cariño, y necesitas levantarte y prepararte para la escuela —llegó una voz suave mientras la mujer entraba en la habitación. Sus ojos se volvieron dulces y amorosos al posarse en la bonita cara de su hija. Una vez más se quedó cautivada por su pequeña y hermosa y blanca cara.
—¡Buenos días, Mamá! —saludó la pequeña niña, levantándose de inmediato al escuchar la voz de su madre, siguiendo su propio código establecido de obediencia. Sus pequeñas manos se frotaron suavemente los ojos para apartar los restos de sueño que quedaban en ellos.