Li Sheng no tenía idea de lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Se sentía como si la nube de la mala fortuna hubiera caído sobre él y nadie pudiera ayudarlo más. La prohibición del club de negocios no solo hería su prestigio social, sino que también dañaba a su empresa.
Completamente devastado, se desplomó en el sofá agarrándose el pecho de dolor. —¡Ahh!, gritó con extremo dolor. Su rostro perdiendo su color, poniéndose cada vez más pálido.
Al verlo de repente en tal condición, Liu Hua entró en pánico. Corriendo hacia él, llamó temerosa:
—¡Cariño! ¿Estás bien? ¿Qué te pasó? Por favor no me asustes. No tengo a nadie más que a ti. Por favor dime que estás bien. ¿Hay alguien? Llamen rápido al médico.