—¡Con ganas de cocinar! ¡Cena en su casa! ¿Acaso tiene un deseo de muerte? —Li Xue permaneció sin habla durante un buen rato, esforzándose al máximo por juntar todas las palabras que pudieran respaldarla frente al Diablo. Cuando creyó estar lista, presentó sus palabras con una sonrisa cortés—. Presidente Feng, ... —pero antes de que pudiera empezar, el hombre le lanzó una mirada de confusión, haciendo que perdiera todos sus pensamientos y palabras.
—¿Qué pasa con esa mirada confusa? ¿Le pregunté algo? No, todavía no he expresado mis palabras —se cuestionó a sí misma, desconcertada por su expresión tan repentina.
—¿He dicho algo que te haya confundido? —preguntó con su propia cara de perplejidad, inclinándose un poco hacia un lado para examinar sus expresiones más detalladamente. En ese momento, cualquiera podría decir de dónde la pequeña Li Wei ha obtenido esos gestos dulces y adorables.