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—Sra. Li Xue, hemos llegado a su lugar —dijo Du Fan al encontrarla absorta en sus pensamientos—. Con su voz cortés, sacó a la mujer de su trance. Miró hacia fuera y, como le había informado el conductor, ya estaba fuera de su casa.
Ella sonrió en gratitud. —¡Gracias por ayudarme a llegar aquí! —dijo mientras empujaba la puerta del coche para salir.
El conductor también le devolvió su sonrisa agradecida con una cortés y con la máxima modestia dijo:
—No es nada, Sra. Li Xue. Solo estoy cumpliendo las órdenes del presidente Feng.
—¡Es cierto! —Li Xue había visto y escuchado todo el modo en que el señor Belcebú había dado sus instrucciones antes de dejarla entrar en el coche—. ¡Oh, está bien! Entonces agradeceré al presidente Feng por mí misma —dijo y luego se giró para caminar de regreso a casa.