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Pensando que ya era una pena intimidar más a un niño tan lindo, el Padrino decidió ser imparcial solo por esta vez.
—Hmpf! Agradece a tu buena suerte que este Señor está de buen humor hoy —el Padrino carraspeó mientras chasqueaba los dedos, desestimando su habilidad de dominancia.
En ese instante, Ainsley y Cellino sintieron como la presión montañosa se desvanecía en el aire. Inconscientemente, se dejaron caer en la cama, exhaustos.
—¡Finalmente! ¡Estamos libres! —exclamó Ainsley.
Ainsley se levantó apresuradamente y se sentó con las piernas cruzadas en la cama. Aún no bajaba la guardia aunque el Padrino ya la había perdonado.
Al recuperar su libertad, Ainsley no continuó disculpándose, sino que cambió a otro tema en su lugar.
—E-eh, Padrino, ¿por qué... por qué viniste a ver a Ain? —Ainsley inmediatamente aprovechó la ocasión mientras aún estaba caliente. Mientras el Padrino le mostraba misericordia, más valía que le preguntara cosas!