Calmando su mente, Eliana enderezó la espalda y dejó el bolígrafo sobre su mano.
La pila de papeles a su alrededor actuaba como una barrera natural para aquellos que deseaban provocarla en medio de su tiempo de trabajo.
Simplemente podría abofetear al otro con esos papeles. Por supuesto, Eliana dejó a un lado esos pensamientos y asintió a la empleada del hogar.
—Yo. Mirar. Ain. —Eliana pronunció otro discurso mientras movía la mano, haciendo un gesto para que la empleada se fuera.
Simplemente visitaría a Ainsley antes del desayuno y se ocuparía del bebé.
No habrá nada malo en eso.
Como si recibiera un indulto de muerte, la empleada del hogar se inclinó apresuradamente.
—¡Gracias, su excelencia! ¡Me disculpo! —La empleada de mediana edad se apresuró a salir de la biblioteca, sin atreverse siquiera a volver.
La biblioteca recuperó su silencio, y lo único que se podía escuchar era el sonido del papel al voltearse y la pluma al frotar los documentos.