Aurora se encontraba sin palabras mientras miraba a Damien. ¿Realmente era suya?
—¿Por qué te ves sorprendida? ¿Acaso estás pensando en ser mía? —la provocó, haciéndola sonrojar aún más de la vergüenza. Ella quería golpear esa sonrisa de su rostro. ¡Qué Alfa tan descarado!
—Alfa, se estipulaba en el contrato no desear más de lo que me daban. No planeo convertirme en tuya —respondió ella.
—Si quieres, ¡podría ayudarte a ser una! —Ignorando su incomodidad, no dejó de burlarse de ella.
—Bueno, no quiero morir sola —contestó, refiriéndose a sus palabras de hace cinco años. Damien sonrió con diversión, le divertía el hecho de que ella todavía recordara lo que dijo hace tanto tiempo. Realmente era del tipo interesante, y cuanto más divertida se volvía, más quería explorarla.
—Te haré una excepción, ¿qué dices? —preguntó él.
—¡Digo que no! —Contestó ella, alzando la voz. Su rostro ya estaba tomando un tono rojo y necesitaba algo de aire fresco.