—¡Aurora! —débiles gritos de preocupación llegaron a los oídos de Aurora, pero ella carecía de la fuerza para responder. Sus párpados aleteaban mientras luchaba por respirar, perdiendo la conciencia poco a poco.
—¡Sal con ella ahora! —la voz de Damien estalló, llena de urgencia, aunque Aurora apenas podía discernir su entorno, sabía que estuvieron involucrados en un accidente. Su cabeza palpitaba de dolor al intentar moverse.
—¡No podemos movernos sin refuerzos! ¿Y si hay más de ellos adelante? —otra voz, que recordaba a la de Enoch, interrumpió, desencadenando una aparente discusión.
—No sobrevivirá hasta entonces. Yo puedo manejar esto. ¡Vayan! —Aurora se esforzaba por moverse, pero su cuerpo se negaba a obedecer, dejándola paralizada.
—¡Hijos de puta, vengan contra mí! —la voz furiosa de Damien retumbó mientras se transformaba en un magnífico lobo blanco, sus ojos ardían con una ira dorada.