Su majestad imperial, la Emperatriz.
Esas palabras resonaban en la mente de Isla y su expresión se tornó rígida. Miraba a Kaiser buscando más confirmación y, al ver su mirada seria, entendió que no mentía al respecto.
—Oh... —No sabía qué decir mientras su mente estaba en completo desorden. Sus palabras de antes... ¿no estaba insinuando que la emperatriz era una mujer ciega por perder a un hombre como Kaiser y que el emperador no era un buen hombre? Si esos dos oyeran sus palabras….
De inmediato, la mirada de Isla se estrechó hacia Kaiser, —No les dirás lo que dije, ¿verdad?
Kaiser no sabía si reír o llorar por la poca confianza que esta mujer tenía en él. Movió su cabeza como si no supiera cómo manejar sus travesuras. —No has cambiado ni un poco, Isla.