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Chapter 7 - Interrumpido

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Recomendación Musical: Vigilia de Brooke - Nathan Barr.

Hace unos días Roman Moltenore estaba afuera del edificio principal apoyado en su motocicleta. Había venido a ver a la directora, pero ella estaba ocupada con los guardabosques. Observaba a algunos estudiantes desde donde estaba.

Daba otra calada al cigarrillo. Cerró los ojos mientras exhalaba el humo al aire cuando oyó pasos que se hacían más fuertes.

Cuando giró la cabeza, vio que era el nuevo alumno, el que llevaba gafas. Sus ojos se estrecharon al recordar que ella lo había llamado "idiota".

Mientras hablaba con la chica, apareció su amigo Simón.

—La señora Dante llama —dijo Simón.

Roman lanzó una mirada fulminante a la chica antes de subir las escaleras con Simón.

—¿Quién era esa? —preguntó Simón, mirando curiosamente a Roman.

—Nadie —respondió secamente Roman mientras caminaban por los corredores desiertos del edificio. De camino, su mirada se cruzó con la de los guardabosques que pasaban.

Cuando llegaron a la oficina de la directora, la señora Dante, sentada detrás del escritorio, levantó la vista hacia los dos estudiantes que entraban en la habitación.

—¿Por qué estaban aquí? —preguntó Roman directamente a la directora.

La señora Dante estaba acostumbrada al comportamiento de Roman. Lo conocía desde hace ya bastantes años.

—Han encontrado un rastro de sangre desde la carretera que lleva hacia el lado más profundo del bosque. Pero no han encontrado un cuerpo. ¿Alguno de ustedes tiene alguna idea de quién puede ser? —preguntó la mujer con un ceño fruncido.

—Podría ser un animal cazado por otro —propuso Simón, pero Dante negó con la cabeza.

—Esta vez no es un animal —respondió la directora.

—Deberías preguntar a los otros estudiantes. No somos temerarios, Dante —respondió Roman, sus ojos negros mostraban aburrimiento—. Algunos estudiantes de nuestro dormitorio parecen tener problemas para seguir las reglas.

Al oír esto, el rostro de la directora se endureció, su mandíbula se tensó antes de recostarse en su silla.

—Le diré a Borrell que averigüe quién fue y castigue a los estudiantes que infrinjan las reglas. Sería mejor prevenirlo en una etapa temprana que dejar a los tontos vagar y dañar la reputación que se ha construido a lo largo de los años. Por cierto, os llamé a ambos aquí porque necesito que vigilen a los nuevos estudiantes. Hay información de que este año se ha admitido a un huésped no deseado —dijo la señora Dante.

—Parece que alguien es sospechoso —comentó Roman antes de pasar al tema por el que había venido a verla—. Pensé que la habitación número cien iba a permanecer cerrada.

Simón, que estaba junto a Roman, parecía sorprendido pues no había oído hablar de esto.

—¿El Dormitorio? —preguntó con sorpresa en su voz.

—Cambia al estudiante a otro dormitorio —exigió Roman con una mirada inexpresiva.

La señora Dante lo miró fijamente a Roman.

—No hay habitaciones vacantes en ese Dormitorio, y no puedo cambiar al estudiante al siguiente Dormitorio por razones obvias de las que ya estás al tanto —aseguró la señora Dante.

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Al oír esto, la mandíbula de Roman se tensó. —Haz que la cambien a otra habitación lo antes posible, si no, encontrare una manera de desocupar los dormitorios —se dio la vuelta y salió de la habitación.

—Vaya, parece cabreado —murmuró Simón, y cuando se giró vio a la directora mirarlo fijamente. Le ofreció una sonrisa rápida y dijo:

— Que tenga un buen día, señora Dante.

Cuando Simón salió del edificio, Roman ya estaba donde su motocicleta, tomando el casco para ponérselo en la cabeza. Sin esperar, encendió su moto y se fue.

—¿Qué pasó?

Simón se giró y vio que era Olivia, quien llevaba tres libros en sus brazos, quien venía de la biblioteca. —¿Sabías que Dante asignó la habitación número cien a un nuevo estudiante?

—Sí —respondió Olivia—. Debe estar molesto al saber que alguien más está viviendo en su habitación anterior. Él es posesivo con las cosas que le pertenecen.

—Mucho —estuvo de acuerdo Simón—. Amenazó a Dante. Debe haberse ido a calmar, a menos que haya decidido ir a cazar —sonrió el chico.

Los labios de Olivia se torcieron en una sonrisa, y dijo:

— No es tan temerario como tú. Es por eso que es el alumno favorito de Dante. El chico asintió con la cabeza:

— Es por eso que le gusta meterse en peleas. Es mucho mejor golpear a las personas que matar y meterse en problemas.

—Cierto —respondió Simón antes de informarle:

— Dante dijo que hay un nuevo rastro de sangre en el bosque. No han encontrado de quién es.

—Qué interesante. Primeras dos semanas del año académico y ya tenemos a alguien muerto en el bosque. En fin, tengo que ir ahora y terminar mis trabajos —declaró Olivia, y se alejaron del frente del edificio.

La noche siguiente en el dormitorio de los chicos, Maximus llegó frente a la habitación de Roman y golpeó en la puerta, que estaba ligeramente abierta. Empujando la puerta, Maximus encontró a Roman acostado en la cama con un libro abierto que le cubría la cara.

—¿Qué pasa? —preguntó Roman sin mover el libro de su rostro.

—La señora Hill quería que te entregara tus cartas —informó Maximus, mirando hacia los sobres que tenía en su mano—. Ella dijo que las cartas ha-

—Tíralas a la basura —murmuró Roman, sin el menor interés en saber qué contenían las cartas.

—¿Todas? —preguntó Maximus, mirando los nombres y acercando los sobres a su nariz para oler la fragancia floral—. La mayoría de las cartas eran de chicas de esta universidad que dejaron sus cartas en la oficina principal donde se colocaba el correo junto con algunas otras —parece que a las chicas les encanta rociar perfume en sus cartas para ti. ¿Leíste alguna de ellas, Román?

—Podría acabar estrangulándolas si alguna vez las leyera —fue la respuesta directa de Roman y Maximus sonrió.

—Eso podría pasar —tarareó Maximus—. Aunque Roman le había dicho que tirara las cartas a la papelera, las colocó en la mesa—. Las dejo en tus buenas manos. Ah, ¿has decidido cuándo será la Fogata?

—El próximo sábado —fue la respuesta corta de Roman.

—Maravilloso. Ahora voy a salir a encontrarme con esta chica nueva del primer año. Nos vemos luego —anunció Maximus, cerrando la puerta de la habitación, y Roman escuchó el sonido del clic.

Pasaron unos segundos, y Roman retiró el libro de su rostro y se sentó en el borde de la cama. Sus ojos se desplazaron hacia la mesa donde Maximus había colocado las cartas irrelevantes que a él no le importaban.

Agarró las cartas, mirando los nombres en los sobres uno por uno y tirándolos al cubo de basura sin molestarse en abrirlos. Mientras lo hacía, encontró una carta más pesada que las demás porque otro sobre estaba pegado a ella. Lo separó y vio que la carta estaba dirigida a 'Thomas Winters', y provenía de Julianne Winters.

Sus ojos se estrecharon sutilmente al leer el nombre del remitente.

Parecía que los nuevos estudiantes, que fueron admitidos este año, tenían problemas para comprender las reglas que se habían impuesto. La universidad tenía la regla de no contactar a su familia o amigos durante su tiempo aquí. Y aunque se decía para mantener el enfoque de los estudiantes, Roman sabía exactamente por qué se habían establecido las reglas.

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Los correos de los estudiantes nunca salían del campus y solo podían circular dentro. El personal y el cartero se aseguraban de separarlos y devolverlos a la universidad si alguna vez eran recogidos. Román giró el sobre en su mano, lo rasgó y comenzó a leer lo que estaba escrito.

Una sonrisa seca apareció en sus labios cuando vio las palabras 'estudiantes extraños'.

—Parece que tienes suerte —murmuró para sí mismo.

Al día siguiente, cuando las clases ya habían comenzado, como en muchas otras ocasiones, Román se saltó su clase. Caminó hacia el dormitorio de las chicas. Conocía los trucos para abrir las ventanas y la puerta porque alguna vez fue su propia habitación. Abriendo la ventana, arrojó la carta que había escrito él mismo, donde advirtió que no enviara otra carta fuera de la universidad junto con una pequeña amenaza que añadió.

Román no había olvidado su comentario, y no dejaba pasar cosas ni personas sin ofrecer algo a cambio.

—Bienvenida a la Universidad Veteris, Julianne Winters —y desapareció de allí.

Ese mismo día, pasaron las horas, y cuando el reloj marcó las ocho de la noche, los dedos de Julie presionaron el interruptor de ida y vuelta tres veces, y suspiró.

En las siete horas siguientes, se sentó en la cama con una manta cubriéndola, con una linterna en la mano mientras miraba la ventana, pensando que la persona que había escrito la carta aparecería frente a ella. Todo el tiempo, se sentó en el silencio de su habitación y escuchó el ligero murmullo que venía del exterior de su dormitorio.

Tal vez fue solo una broma, pensó Julie para sí misma.

—¿Qué te pasó? —preguntó Melanie al día siguiente cuando Julie entró en la clase. —Pareces como si estuvieras lista para ser elegida en una película como un zombi.

—No dormí lo suficiente —Tomó asiento Julie detrás de Melanie y puso su cabeza sobre el escritorio y bostezó. Había trabajado duro para ponerse al día con las clases de la primera semana, y no quería quedarse atrás de nuevo durmiendo. Sin olvidar, un examen estaba a la vuelta de la esquina.

—¿Qué te mantuvo despierta? Deberías haber estudiado hoy en lugar de pasarla despierta toda la noche —Melanie levantó una ceja. —Deberías ir a echarte agua en la cara.

—Estoy bien —murmuró Julie.

Intentó beber menos agua entre clases para evitar ir al baño. A las chicas allí a menudo les gustaba reunirse y chismear, y ella no quería encontrarse con problemas.

Sentándose derecho, Julie preguntó:

—Por cierto, Mel. ¿La biblioteca de la universidad tiene algo relacionado con los libros históricos? —Me refiero sobre este lugar —preguntó la última cuestión con voz baja.

—Hay algunos estantes para libros históricos, pero no estoy segura de qué tipo tienen. Si quieres, podemos revisarlo después de las clases —ofreció Melanie y Julie le dio una sonisaradiante.

—Gracias, me encantaría —dijo Julie.

—¿Qué quieres revisar ahí? —preguntó Melanie, sacando su libro de la bolsa y colocándolo sobre la mesa.

—Pensé en aprender más sobre este lugar ya que vivimos aquí. Apenas hay otras actividades que hacer aquí excepto estudiar —lo cual era cierto, pensó Julie para sí misma. Pero la verdad era también que quería aprender más sobre el dormitorio en el que estaba ahora.

Como si recordara algo, Melanie dijo:

—Ah, hay una fogata próxima. ¿Te gustaría asistir?

—¿Fogata? —preguntó Julie.

Melanie asintió con la cabeza:

—Como no se permite a los estudiantes salir de la propiedad de la universidad, cada mes los seniors les gusta organizar una fogata. Todos los estudiantes asisten para conocerse entre sí, como una fiesta de reunión. Conner y yo generalmente asistimos, y es bastante divertido. No se ven muchos estudiantes en un mismo lugar.

Qué interesante, pensó Julie para sí misma.

—Es bueno que el bosque sea a prueba de fuego —bromeó Julie.

Como habían hablado, después de terminar sus clases temprano en la tarde, Julie y Melanie se dirigieron al edificio donde estaba la biblioteca.

La biblioteca era tan extensa como el Bloque Azul, y se llamaba Bloque Rojo debido a sus paredes color marrón rojizo. El edificio constaba de dos pisos con dos filas, que consistían en veinte estantes en cada lado. En el medio, se colocaban mesas y sillas para que los estudiantes se sentaran y estudiaran con otros.

A medida que Julie subía las escaleras con Melanie, miró hacia el techo hecho de madera de color marrón oscuro que tenía un arco en el centro.

—Encontrarás la sección de Historia desde el estante dieciséis. Voy a buscar mi libro del otro lado —informó Melanie antes de dejar el lado de Julie.

Al llegar a la sección de historia, Julie comenzó a leer los títulos de los libros mientras intentaba buscar palabras clave como Veteris, Señores, u otra palabra que se relacionara con la propiedad.

Julie caminó de un lado del estante al otro mientras miraba los nombres de los libros y se preguntaba si debería subir la escalera para echar un vistazo allí.

—P-por favor, ah!

Los ojos de Julie se abrieron de par en par ante el susurro repentino que cayó sobre sus oídos. Miró hacia la izquierda y a la derecha, preguntándose de dónde venía el sonido. ¿Se lo imaginó? Pero luego lo oyó nuevamente.

¿Alguien estaba siendo acosado?!

Preguntándose a sí misma, Julie tomó un libro y lo sostuvo firmemente como un arma. Caminó más allá de los estantes uno por uno y llegó al último estante cerca de la pared. Sus ojos fueron rápidos en caer sobre un chico y una chica que se estaban besando en la biblioteca.

El rostro del chico estaba entre el hueco del cuello de la chica, su espalda contra la pared, y parecía que la chica lo estaba disfrutando. Julie notó que el chico se lamió los labios mientras se alejaba del cuello de la chica y miraba en su dirección. Oh, Dios.

¡Por qué se encontraba con él en los momentos equivocados! Estaba segura de que él pensaría que lo estaba siguiendo. Lo vio fruncir el ceño por haberlo interrumpido y él preguntó:

—¿Disfrutando del espectáculo o hay algo que quieres?

Julie estaba demasiado aturdida para hablar, y al verlo levantar una de sus cejas, se giró y caminó apresuradamente lejos de allí.

—¿Por qué estás corriendo? —preguntó Melanie, que venía caminando del otro lado.

—Ah, eso. Estaba pensando en tomar el libro y leerlo en la habitación. Vamos a leer juntas —propuso Julie.

—¿Ese era el libro que estabas buscando? —preguntó Melanie—. ¿No vamos a leer aquí?

—Necesitamos un ambiente más hogareño con bocadillos —Julie arrastró a su perpleja amiga por las escaleras.

De vuelta en el último estante de la sección histórica en el primer piso, la chica intentó acercarse a Román, pero él puso su mano en su hombro. Mirándola directamente a los ojos, la obligó:

—Olvida lo que pasó. Vete.

La chica se alejó de allí como si no hubiera pasado su tiempo con él, mientras Román se dirigía hacia las barandillas para mirar hacia abajo. Observó a la chica que lo había interrumpido hace un rato, caminando hacia el escritorio del bibliotecario y luego saliendo del edificio.