—Debería haberlo sabido —dijo ella, mirándolo fijamente. Sus manos revolvieron el fondo del cajón para sacar un cuchillo afilado. Al levantarse, vio a su hija que miraba la escena con miedo.
—Ustedes brujas son ingenuas y eso es lo que hace la caza tan fácil —el concejal entró en la casa. La bruja blanca se empujó a sí misma para levantarse, sosteniendo fuertemente el cuchillo en su mano.
—No se trata de ser ingenua, Señor. La gente no merece el respeto y la confianza que les damos, lo que te hace una escoria peor que las brujas negras —esto irritó al hombre y de repente se acercó a ella, sujetando su mano que tenía el cuchillo. Lo torció hasta el punto en que ella tuvo que soltarlo por el inmenso dolor que le atravesó el brazo.
La niña miró a su madre y al hombre luchando uno contra el otro. Había dolor en la cara de su madre y ella se acercó al hombre, tirando de él con sus débiles manos.