Obviamente, Lu Qingfeng no era el único confundido con el repentino giro de los acontecimientos. Dentro de su propia oficina, Xiao Yunyao lanzaba todo lo que estaba a su alcance en su furia.
—Yao'er, cálmate. Este no es el momento adecuado para actuar así. Debemos controlar la situación lo antes posible antes de que tu padre pierda la confianza en ti —su madre dijo en voz suave, pero sus ojos escondían la amenazante ira que no podía esperar para ser desatada.
La que debería ser criticada ahora debería ser Xiao Rufeng y no su hija, pero ¿cómo acabó la situación de esta manera?
—¡Mamá! ¿Cómo puedo calmarme cuando es así? ¡Más personas están saliendo, afirmando que arruiné sus rostros! ¡El señor Wan ni siquiera se atreve a contestar mis llamadas y explicarse! —Xiao Yunyao exclamó, con los ojos rojos de llorar.