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Aunque es cierto que Su Xiaofei había venido aquí con intereses personales, a Qin Muyao ya no le importaba. Mientras ella fuera capaz de ayudarlo a limpiar su nombre y reputación en público, él estaba dispuesto a servir veinte años de servidumbre para pagar esa deuda.
No le importaba si ella había venido a aprovecharse de sus debilidades, porque la verdad sea dicha, Qin Muyao estaba dispuesto a agarrar cualquier oportunidad que pudiera para salvar su carrera moribunda y limpiar su nombre.
—¡Xiao Yao! —exclamó su madre, con confusión evidente en su expresión.
La Señorita Huo había sido testigo de cómo su hijo había sufrido por la controversia. Qin Muyao no quería enfrentarse a su padre y a sus hermanos menores por esto, pero no le quedaba otra opción más que aceptar la propuesta de esta joven mujer.