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Xi Qian quedó estupefacta y en silencio al escuchar la observación de Li Xiran. No podía creer que él hubiera sacado esa impresión solo de verla de vez en cuando. No sabía si debía sentirse molesta o impresionada por su capacidad para acertar de lleno. Sus encuentros en las últimas semanas no habían sido tantos y sus conversaciones eran solo breves, así que ¿cómo llegó él a tal conclusión?
—¿Es esa la impresión que tienes de mí, señor Li? —dijo con sequedad, intentando recuperarse.
Li Xiran sacudió la cabeza y se subió los pantalones hasta las rodillas, asegurándose de que no se mojaran. Los zapatos negros que tenía en la mano antes, ahora los había dejado en la parte más seca de la arena. Luego miró a Xi Qian, observando su reacción de cerca.