—¿Estuviste de acuerdo, mamá? —preguntó Su Xiaofei a su madre.
—Por supuesto que sí —rió satisfecha Yun Qingrong—. El valor de mi Feifei no se puede comparar con esas acciones. Que se las queden, siempre que te dejen en paz.
Su Xiaofei no pudo evitar sentirse conmovida por las palabras de su madre. Yun Qingrong estaba dispuesta a renunciar a todo por ella, a diferencia de Bai Qingyue, que la abandonó en el momento en que nació para buscar una vida mejor sin ella.
—Feifei, no tienes que preocuparte por ellos ahora. Sin embargo, en el futuro, trata de evitar cualquier conflicto con ellos. Todavía eres joven y no hay necesidad de que te apresures a sentar cabeza.
Yun Qingrong tocó suavemente la cabeza de su hija. La bebé a la que cuidó años atrás, ahora se ha convertido en una joven mujer admirable. Ahora que su Feifei era más sensata y comenzaba a actuar con madurez, ¿cómo no iba a estar feliz y sorprendida? Cuando miraba a su hija, había orgullo y felicidad en sus ojos.
