La noticia de la muerte de Lu Qiang se había esparcido por todas partes. Había una persona que era la más feliz y estaba de ánimo para celebrarlo.
Sentado en su sala de estudio en la residencia Xi, Xi Cheng instruía a su asistente, que estaba allí para darle todas las actualizaciones de la situación a su jefe.
—Tráeme una bebida —ordenó Xi Cheng y el asistente asintió.
Tomando su teléfono celular de la mesa, Xi Cheng hizo una llamada. —Finalmente, obtuvimos éxito. Señor Víctor.
—No era lo que yo quería —salió la voz fría.
—Lo sé, pero nadie puede predecir la intensidad de la situación y las cosas se convierten en algo más —contraatacó Xi Cheng.
—No quería que muriera. Morir es la salida fácil. Quería que quedara medio muerto para que la persona pudiera sentir su dolor —Victor habló de nuevo.
—Lo siento, pero las cosas...
—Cambiaste el plan por tu cuenta cuando claramente no era lo que te pedí que hicieras —el hombre interrumpió a Xi Cheng.
