—Lu Qiang... ¡
Al ver la explosión y el auto ardiendo, Lu Feng y Lu Han gritaron incrédulos mientras Jiang Yuyan llamaba su nombre una y otra vez como si al llamarlo pudiera sacarlo de aquel auto en llamas. Llorando desconsoladamente mientras balbuceaba su nombre, quedó inconsciente.
Lu Feng, que acababa de huir hacia atrás por la explosión y cayó al suelo, se levantó para correr hacia el auto pero San Zemin, que acababa de llegar allí y que también estaba conmocionado, sujetó a Lu Feng.
—Déjenme salvarlo —gritó Lu Feng intentando liberarse del agarre de San Zemin.
—No puedes. Se ha ido —habló San Zemin, con el corazón pesado y los ojos húmedos.
—Le dije que lo sacaría. Déjenme ir —gritó de nuevo Lu Feng.
Lu Feng perdió la racionalidad con el impacto que acababa de recibir. No quería creer lo que veían sus ojos; había perdido a su mejor amigo y a su hermano.