Al día siguiente, Aurelia y Calipso continuaron adelante en su viaje. Adentrándose más en el Territorio de la Manada Tornado, todo parecía ir bien mientras su carruaje avanzaba a tiempo récord. Sin embargo, cuanto más profundizaban, más parecía enfriarse el ambiente con cada segundo que pasaba. Tampoco ayudaba que el clima parecía fluctuar constantemente entre sol y lluvia, cambiando las temperaturas de tal manera que casi les hacía querer apresurarse a su próximo destino.
—¿Soy solo yo o los aldeanos aquí parecen más... cansados de lo usual? —Calipso no pudo evitar notar mientras miraba desde la ventana de su carruaje.
—Tal vez sea el clima —Aurelia se burló casualmente en voz alta, rehusando mirar hacia afuera en favor de enfocarse en la siguiente página de su libro—. No me sorprendería que estos constantes cambios climáticos afectaran al hombre común.