Madeline no entendió lo que sucedió, pero cuando alejó sus manos de su rostro, vio a Lilith quien irrumpió a través del espacio roto de la ventana para situarse frente a ella. La mujer tenía alas similares a las de un murciélago detrás de ella, que eran huesudas y desnudas, a diferencia de las alas de Calhoun que tenían plumas.
—Pensé que habías ido a la Aldea de los Carnavales —dijo Madeline, sus ojos se movieron hacia el lugar donde los estantes y los pergaminos habían caído al suelo. Buscó al sacerdote, para encontrarlo enterrado bajo uno de los estantes con solo una de sus manos visible. Había sangre en su mano, y eso la preocupó inmensamente.
Ella quería ir hacia donde estaba Reginaldo, pero Lilith se situaba no muy lejos de él, observando cada movimiento de Madeline.