—Débil... —La diosa frunció el ceño. ¿De qué estaba hablando? Luego, bajó la cabeza y miró su mano—. ¿Qué has hecho? —preguntó, un atisbo de pánico apareció en sus ojos mientras miraba alrededor del estudio—. Este lugar...
—Un lugar que yo creé... —musitó Lucas.
—Tú— —La diosa no pudo terminar sus palabras cuando se llevó la mano a la garganta, luchando por respirar.
Una fuerte presión de repente se cernió sobre ella. Era como si una enorme roca hubiera caído encima de ella, haciendo que luchara por conseguir algo de aire—. ¡Vas a matar este cuerpo!
—Déjala... —dijo Lucas fríamente.
—Tú— ¿No quieres estar conmigo? —preguntó ella—. ¿Qué— tos— tos— qué quieres— tos— de mí!?
Como si fuera una señal, la presión asfixiante que había sobre ella desapareció.
—Deja su cuerpo. Te estoy dando la oportunidad de quedarte en la barrera.
—No puedo hacer eso. Ella moriría si— —ella lo miró, con los ojos muy abiertos. Esto no duró mucho cuando se dio cuenta de otra cosa... algo inesperado.