—¿Derecho de nacimiento? —Belisario arqueó una ceja—. Hablas como si supieras cómo eran tratados los humanos en el pasado.
—Todo eso quedó en el pasado —respondió Ena—. Todo ha cambiado. En este momento, los demonios no tratarán a los humanos de esa manera. Se nos otorgarán derechos y territorio. No volverán a herir o esclavizar a los humanos.
—Nunca pensé que serías tan crédulo —se burló Lachlan Blaize—. ¿Perdiste la razón en algún lado? ¿Te la metiste por el trasero?
—Cierra la boca, no estoy pidiendo tu opinión.
—Entonces, ¿para qué estás aquí? —continuó Lachlan—. ¿Para revelar que tuviste algo que ver con esos portales?
—Vine a ofrecerles a todos un trato... —Ena sonrió, su mirada fija en Belisario—. Él era el único capaz de desafiarla en esta sala.
—¿Un trato? —preguntó Belisario.
—Dejen que los demonios vengan… dejen que la barrera se rompa —declaró Ena.
—¿O qué? —preguntó Belisario.
—Rechaza, y morirás —Ena sonrió—. Simple, ¿no es así?