—¿Quién eres? —preguntó Jeames en cuanto divisó una sombra no muy lejos de donde estaba confinado. Mirando alrededor, Jeames se dio cuenta de que no reconocía en absoluto este lugar. No parecía una mazmorra. Más bien una habitación subterránea, que es común en el Norte.
—Viniste al norte para matarme, ¿no es así? —dijo la voz. Esta vez, Jeames la reconoció como la voz de una mujer. Al escuchar la voz de la mujer, algo hizo clic en su cabeza. Sus ojos se abrieron de par en par mientras intentaba mover sus brazos atados detrás de su espalda.
—Tú
—¿Jeames Sencler, verdad? —la persona encapuchada se acercó. Luego, movió su mano y luces aparecieron dentro de la habitación.
Jeames cerró los ojos de golpe; el repentino asalto de luz blanca pura lastimó sus globos oculares.
—¿No me recuerdas? —Lentamente, la persona encapuchada se quitó la capucha y reveló un rostro muy familiar. Tal como Jeames esperaba, era efectivamente Rosalind.