Rosalind yacía en la cama, su cuerpo cansado y anhelando descanso, pero su mente se negaba a rendirse al sueño. Su mente parecía inmune al agotamiento que impregnaba sus extremidades. Mientras yacía allí, su mirada fija en el techo intrincadamente tallado, un sinnúmero de pensamientos giraban dentro de su conciencia, negándose a concederle paz.
Las revelaciones de Belisario habían encendido una chispa de curiosidad en ella, una sed insaciable de conocimiento que mantenía su mente zumbando con preguntas. Sin embargo, su abrupta partida solo alimentó su frustración, dejándola sentirse abandonada en un mar de incertidumbre. ¿Cómo podía él dejarla con tales revelaciones profundas sobre la diosa y la misteriosa conexión que parecía atar su propia alma a ese ser antiguo?