—¿Qué... qué está pasando? —balbuceó Rosalind, su voz temblando con una mezcla de miedo y desconcierto.
Lucas, apretando más su agarre alrededor de la mano de ella, la atrajo hacia él, un instinto protector guiando sus acciones.
—No tengo ni idea —admitió Lucas, su voz teñida de una leve inquietud. Su mirada se desvió hacia el perro, cuyos ojos estaban fijos en él.
Un instinto primordial susurró advertencias en el oído de Rosalind, instándolos a huir de esa criatura inexplicable.
—Deberíamos irnos —afirmó Lucas, con un tono resuelto mientras daba un paso adelante. Pero, para su asombro, el perro los siguió de cerca, como si estuviera compelido por alguna fuerza invisible, su implacable persecución inexorable.
—Lucas —las palabras de ella se silenciaron cuando Lucas se detuvo abruptamente. Entrecerró los ojos, su mirada se fijó en el perro. Sin dudarlo, lanzó una daga hacia la criatura.