—No creo poder hacerlo —suspiró Rosalind—. ¿Cómo se supone que recuerde todo eso? —le preguntó a Lucas.
—No se supone que lo hagas.
Cierto. A pesar de que Lucas no se lo había dicho explícitamente, ella aún sentía el deber de comprometerse a memorizar algunas de las reliquias.
Se levantó, sus ojos todavía estaban en el gran libro. Había estado allí durante días. O al menos eso era lo que le hubiera gustado creer.
Aunque la habitación realmente no tenía un lugar donde pudiera dormir cómodamente, tenía todo lo demás, desde un pequeño baño donde podía refrescarse hasta algunos tés muy buenos que nunca había oído mencionar antes.
No tenía problemas con la comida ya que el Duque le traía algo de comer todos los días.
—¿Cuándo nos vamos? —preguntó ella.
—Cuando estés lista.
—¿Qué significa eso?
—Podemos irnos ahora si quieres.
Ella puchereó. Este hombre no le daba respuestas serias. —¿Qué hay de los demás?
—Están listos.
—¿Y... ella? —preguntó.
—Viva. Por poco.