El olor a orina y heces asaltó los sentidos de Jeames. Frunció el ceño y echó un vistazo al hombre de la capa que caminaba a unos pies delante de él.
—Si mentiste, te mataré —murmuró Jeames justo cuando el hombre comenzó a guiarlo cada vez más hacia las afueras del Imperio. Él sujetaba el pomo de su espada, sus sentidos en máxima alerta. Un movimiento en falso y estaría preparado para matar al hombre de la capa.
—Cálmate joven... hekhek... —respondió el hombre.
—Te lo digo. Un movimiento en falso y perderás la vida.
El hombre solo respondió con una carcajada que sonaba más a croar de rana que a la voz de un hombre. Jeames tembló, observando con desconfianza la espalda del hombre y preguntándose si había tomado la decisión correcta al seguirlo a esta parte del Imperio.
Los barrios bajos eran la parte más deprimente del Imperio. Este era el lugar de criminales, personas sin hogar y huérfanos y mujeres que vendían su cuerpo. Esto no era un secreto.