—Gotas de sangre comenzaron a caer sobre la nieve, tiñéndola de rojo frente a Noah. El joven Duque se sujetaba el estómago con dolor y se apartó para mirar su mano cubierta de su propia sangre.
Noah Sullivan era un hombre inteligente, había crecido de esa forma, pero había locura ya que había sido criado por los Sullivan, quienes siempre le habían inculcado cuán importante era la familia. Se suponía que debían apoyarse mutuamente y permanecer siempre unidos. Y fue la locura de su pensamiento creer que James no le haría nada.
El veneno había comenzado a hacer su efecto más rápido de lo esperado, y no tenía antídoto contra él.
—¿Por qué? —preguntó Noah al hombre lobo mayor, que se mantenía frente a él con el puñal ensangrentado en su mano.
—Era inevitable, hijo. Si no fuera hoy, entonces antes de la luna dorada —respondió James con calma, como si no importara que hubiera hundido el puñal en el estómago de Noah—. Siempre fue el plan, y tu tiempo siempre fue limitado.