—¡¿Qué te pasa?! —exigía, impactada.
Esto resultó en que la mujer llamada Delia golpeara a Marceline una vez más y la joven vampira perdiera el equilibrio con su pie de madera, acabando por caer de plano sobre su trasero.
Algunas personas en el salón se habían hecho a un lado para darles espacio a las dos mujeres.
—¿Dónde están los guardias? ¡Guardias! ¡Esta mujer está loca! —gritó Marceline pidiendo ayuda. Por otro lado, ¿cómo los golpes de esta humana le podían doler tanto? ¿Era acaso porque no había bebido sangre en mucho tiempo y eso había debilitado su cuerpo?
Pero ningún guardia apareció para ayudarla, y ella miró a Delia furiosa con la nariz sangrante.
—¿Por qué me pegas? ¡Solo te dije que estaba contenta de verte! —dijo Marceline.