—Eva estaba frente a la chimenea ardiente, tomando algo de calor. Observaba cómo una de las criadas guardaba las últimas de sus cosas en la habitación de Vincent. Su habitación. La criada ofreció una profunda reverencia, salió de la habitación y cerró la puerta tras ella. Para asegurarse de que nadie viniera a molestarlos esa noche, Vincent caminó hacia la puerta y la cerró con llave.
El pie de Vincent pisaba a lo largo de la habitación, acercándose a donde estaba Eva y rodeó su cintura con sus brazos. Acercándola a él, le preguntó —¿Estás cansada? Has estado de pie muchas horas sin descansar.
—Están un poco adoloridos —respondió Eva, e inhaló su limpio aroma, similar al aire fresco después de una intensa lluvia—. ¿Y tus pies?
—Soy un vampiro. Un vampiro de sangre pura además. Esto no es nada —respondió Vincent, soltando sus brazos. Tomando su mano, la atrajo hacia el sofá, que estaba a sólo unos pasos de la chimenea.