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Incapaz de formar palabras coherentes, Rosetta alzó su mano hacia el carruaje antes de avanzar hacia la puerta. Eva abrió rápidamente la puerta del carruaje, y su rostro se volvió pálido.
Eugenio… Su camisa blanca estaba teñida de sangre. Antes de subir al carruaje, Eva preguntó —¿Qué le pasó?
Eva comprobó el pulso de Eugenio, pero no pudo sentir ninguno. Sus manos se volvieron frías y el horror llenó sus ojos. Se negó a creer que Eugenio estuviera muerto. Giró para mirar a Rosetta, cuyos ojos estaban llenos de lágrimas que no cesaban de caer por sus mejillas.
—¿Rosetta, cómo sucedió esto? —preguntó.
Rosetta sacudió la cabeza, tratando de controlar sus emociones, y dijo —Yo n—no sé. Yo e—estaba... —ella tomó una profunda respiración antes de continuar—, estaba en camino aquí, y mi carruaje se rompió. Y lo encontré en el suelo. No sé quién hirió a Eugenio. Intenté convertirlo… pero no funcionó. —Y rompió a llorar.
Eva estaba tan sorprendida como Rosetta por la noticia.