Marceline lo miraba fijamente a Vincent, pero su mirada apenas hacía algo excepto que él tomara un asiento aún más cómodo en el sofá. El pensamiento de que su pie empezara a oler mal había desaparecido por completo de su mente, ya que en algún momento se había acostumbrado al fétido olor que la rodeaba desde esa tarde.
—Ya te he perdonado —dijo Marceline solo para que Vincent la dejara en paz, y las cejas de Vincent se alzaron en señal de pregunta.
—¿En serio? —le preguntó él.
—Sí —afirmó Marceline, mientras ponía una sonrisa falsa en sus labios—. He reflexionado mucho sobre lo que dijiste y por qué lo hiciste, y he decidido aceptar mis faltas hacia la señorita Barlow.
La sonrisa en los labios de Vincent se bajó lentamente, y dijo:
—¿Por qué siento que solo lo dices porque quieres que me vaya? No lo dices en serio, ¿verdad Marcie? —Una sonrisa se le volvió a dibujar en los labios.