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Eve estaba contenta de estar de vuelta en la mansión Moriarty, enseñando a Allie en la sala de piano. Pero no se podía decir lo mismo de Marceline. La joven vampira estaba internamente al borde de un ataque de nervios porque su hermano había elegido a un humilde humano para ser parte de su prestigiosa familia de sangre pura, lista para mancillarla.
Pero ese ya no era el problema porque las palabras de Marceline se tomaban con la consideración de un grano de sal. La joven vampira le preguntó a su madre, Lady Annalise,
—¿No vas a hacer nada al respecto, madre?
Lady Annalise se sentó frente a la mesa de maquillaje y frente al espejo, mientras una criada le peinaba las largas trenzas. Ella respondió con calma:
—Vincent solo lo dijo para irritarte, Marceline. No hay necesidad de preocuparse por algo tan simple.
La sonrisa en la cara de Marceline se había esfumado, y caminó hacia donde su madre estaba sentada. Intentó hacerle entender a su madre: