—En la ciudad de Pradera, un elegante carruaje entró y avanzó por las calles antes de detenerse frente a la residencia de los Dawson. En el afán de querer abrir la puerta del carruaje lo más rápido que pudo, el cochero perdió el equilibrio y cayó. Pero rápidamente se puso de pie y abrió la puerta para la temperamental vampira.
—Rosetta colocó su elegante zapato en el suelo seco de Pradera y luego el otro antes de mirar alrededor. Ordenó al cochero,
—Quédate aquí y no vayas a ningún lado. Volveré en un rato.
—Sí, mi señora —el cochero se inclinó, quedándose junto al carruaje.
—La vecina de Eva, la Señora Edwards, oyó el sonido del carruaje, y aun después de haber sido públicamente humillada, sus ojos se movieron hacia la ventana como si tuvieran ganas de asomarse. Dijo a su esposo, que estaba leyendo el boletín,
—Parece que los Dawson tienen un visitante.
—¿Regresó ella? —preguntó el Señor Edwards a su esposa.
—La Señora Edwards negó con la cabeza y susurró,