Al encontrarse con el rostro preocupado de Lady Anaya, Eve le sonrió a la joven y le contestó —Sí, estoy bien—, al notar el ceño fruncido de la joven loba, añadió —No estoy acostumbrada a estar fuera tanto tiempo.
Eve no tenía la intención de pensar en el tiempo que había pasado con Vincent, a solas en la habitación. Pero era difícil deshacerse de la forma en que sus labios, su lengua y su aliento se sentían en su piel. Habían pasado minutos desde que había sucedido, pero aún podía sentirlo.
—Puedo entender cómo te sientes. Inicialmente, cuando comencé a asistir a soirées, siempre me cansaba y me daba fiebre. Pero eso también fue porque fue durante el tiempo en el que estaba en transición —le explicó Lady Anaya a Eve. Se detuvo y preguntó —Espero que no te importe que hable. Me han dicho que me adelanto y no me doy cuenta de cuándo parar.
Eve negó con la cabeza —Creo que hablas la cantidad normal de palabras que uno necesita hablar, Lady Anaya. No tienes que preocuparte por eso.