Caminaron a través del bosque. Miraron hacia atrás con la esperanza de ver si podían ver un carruaje llegando en la misma dirección, pero no había ningún carruaje a la vista. Afortunadamente, el sonido del campanario del pueblo cercano era lo suficientemente fuerte como para dirigirlos hacia él.
Eve iba un paso adelante de Eugenio, una mano sosteniendo el frente de su vestido y la otra su paraguas. Pasaron entre dos postes con una linterna ardiendo, colgando cada una del clavo clavado en ellos. Pequeños insectos revoloteaban alrededor de la linterna, intentando acercarse a su llama.
—¿Este es Brokengroves, no es así? —preguntó Eve al adentrarse en el pueblo casi desértico.
La mayoría de las personas del pueblo parecían haber regresado a sus casas, y podían escuchar el sonido lejano de un herrero martillando hierro caliente. El campanario finalmente dejó de sonar, dejando un silencio en la atmósfera.