Eve ajustó su brazo derecho, el cual estaba enrollado sobre el hombro de Vincent, antes de sujetarlo firmemente. Sus uñas se clavaron en sus hombros y Vincent, quien la llevaba, le preguntó seriamente:
—¿Planea sembrar semillas en mis hombros, Señorita Barlow?
Los ojos de Eve se abrieron de par en par y ella encogió los dedos mientras continuaba tomando su apoyo.
Cuando Vincent empezó a subir las escaleras, en lugar de llevarla a los cuartos de los sirvientes, Eve le preguntó:
—¿A dónde vamos?—su voz sonó ligeramente entrecortada.
—Al Infierno, ¿te gustaría acompañarme allí?—Vincent le dirigió una mirada apagada y Eve frunció los labios—. Hazme reír.
—¿Quieres ir al Infierno?—preguntó Eve.
Posicionó su zapato de modo que el tacón apuntaba al suelo y la punta del zapato al techo. Hacer eso había detenido que la sangre se filtrara y cayera al suelo. Para protegerlo aún más, había colocado su pie bueno para soportar la parte inferior de su pie herido cruzando los tobillos.