—Eva y la señorita Rosetta se encontraban ahora en los pasillos de la mansión de Lady Camille y la joven dijo al mayordomo:
—Winston, dile al cochero que lleve el carruaje al frente. También toma sus cosas y ponlas en el carruaje.
El mayordomo no cuestionó las palabras de la joven. Se acercó donde estaba Eva y extendió sus manos hacia adelante. —Milady —dijo el mayordomo a Eva.
Con una mirada aprensiva, Eva entregó sus cosas mientras se quedaba con su paraguas. —Puedo llevar esto yo misma. Gracias —Eva ofreció una ligera reverencia y el mayordomo no la forzó. Se alejó de las dos jóvenes para informar al cochero que trajera el carruaje al frente de la mansión.
—¿Rosetta? ¡Rosetta! ¿Adónde fuiste a correr?! —exigió Lady Camille, quien bajaba por la escalera en espiral y notó que su sobrina no estaba sola. Cuando la dama llegó al final de las escaleras, Eva realizó una reverencia educada y la mujer la devolvió pero con hesitación, —¿Quién es esta, Rosetta?