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Al escuchar las noticias sobre la muerte de Noah, el agarre de Eve en la vitrina se aflojó y esta cayó al suelo, haciéndose añicos. Las flores secas que tocaron el suelo se marchitaron con el impacto.
Eve no podía creer lo que Vincent acababa de decirle. No había forma de que Noah estuviera muerto. No podía ser. Ella le preguntó:
—¿D—dónde está ahora?
—En el Consejo. Su cuerpo está en el laboratorio para ver qué sucedió —respondió Vincent, y cuando Eve retrocedió tambaleándose, él rápidamente la sostuvo en sus brazos.
Vincent sabía cuánto significaba Noah en la vida de Eve, aunque ella no veía al hombre lobo románticamente, lo apreciaba tanto como el hombre se preocupaba por ella. La noticia había llegado como una onda de choque y se había esparcido como un fuego en un bosque seco.
—¿Podemos ir... ir a verlo? —preguntó Eve a Vincent, clavándole los ojos en sus ojos rojos con sus brillantes ojos azules.