En la sala de estar de la residencia de los Dawson, el fuego crepitaba en la chimenea. Frente a ella estaba sentada la Señora Aubrey en una silla, sosteniendo un libro y leyéndolo. La tarde había pasado, y el parloteo de la gente y el sonido del carruaje en las calles habían disminuido con la noche que había llegado a posarse sobre ellos.
Escuchó un leve sonido de crujido cerca de la entrada de la casa, donde la puerta principal de la casa estaba dejada abierta. Eugenio estaba afuera con una mirada preocupada, estirando el cuello de vez en cuando para comprobar si podía ver a Eva. La linterna que colgaba afuera de su casa ardía brillantemente.
—Deberías volver a entrar —sugirió la Señora Aubrey a Eugenio desde la sala de estar, su voz alcanzando al hombre, quien retrocedió dentro de la casa.