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La fresca y refrescante noche acogía a Jia Yuze, mientras echaba un vistazo fuera de la ventana del coche. Observó el mundo bañado en luz de luna, como si la propia naturaleza lo instara a seguir adelante. Finalmente, la casa de Qiao Qing entró en su campo de visión.
El corazón de Jia Yuze latía con anticipación al considerar los riesgos que estaba a punto de correr. Sabía que era poco convencional, incluso audaz, pero su amor por Qiao Qing ardía con una intensidad que desafiaba la razón.
Aparcó su coche a cierta distancia y luego caminó hacia la mansión Qiao. No estaba lejos, pero cada paso parecía una eternidad mientras anticipaba su reencuentro. Estaba consumido por una mezcla de emoción y nerviosismo, su mente repasando su conversación telefónica, cada palabra impregnada de afecto y anhelo.