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—Hermana Yan, vámonos por favor —el pequeño bollo usó su encanto en Qin Yan y la miró con sus grandes ojos redondos.
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—¿Cómo podría Qin Yan resistirse al encanto del pequeño bollo? Aceptó inmediatamente —¡De acuerdo! ¡Vámonos!
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Los ojos de Xi Ting se iluminaron. Por otro lado, Xi Jung le mostró un pulgar hacia arriba al pequeño diablo. Solo él podía persuadir a Qin Yan de inmediato.
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Los cuatro subieron al coche y Qin Yan hizo que el pequeñín se sentara en medio de ella y Xi Ting.
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Ella provocó al pequeñín tirando de sus mejillas y dándole un beso. El pequeño bollo se sonrojó furiosamente —Hermana Yan, no me fastidies.
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Xi Ting miró a la pareja y sonrió. Le gustaba esta sensación de estar acompañado por su familia. Qin Yan era como una pieza del rompecabezas que faltaba en el retrato familiar.
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