Qin Muran tocó a la puerta y escuchó la voz de Xi Yaohua—Entra.
Qin Muran entró y vio a Xi Yaohua concentrado trabajando detrás de su escritorio, vestido con elegancia y decoro. No se podían ver deslices ni diferencias en Xi Yaohua.
Nunca se hubiera pensado que apenas media hora antes, había otra mujer sentada en su regazo, a punto de hacer cosas indescriptibles con él. En ese momento, la ropa de Xi Yaohua también estaba desordenada, su camisa estaba desabotonada hasta el estómago. Pero ahora mismo, parecía un caballero total otra vez.
En ese momento, Xi Yaohua levantó la cabeza y vio a Qin Muran—Ya llegaste. Dame un momento, ya casi termino.
Como si estuviera realmente ocupado, volvió a inclinar la cabeza para tratar quién sabe qué asuntos.
Qin Muran adoptó una actitud comprensiva, de buena chica, y se sentó en el sofá al lado.
Los ojos de Xi Yaohua destellaron. El lugar donde se sentaba Qin Muran...