—Estate segura, Mira. Pronto iré a buscarte —murmuró María para sí misma con los puños apretados.
—¡AAAAAAAAARRRGGGGHHHHH! —aulló Número Uno de dolor mientras la mujer de mediana edad comenzaba a despellejarlo vivo, empezando por los pies.
—¡Hmph! ¿No eras muy atrevido hace unas horas? ¡Incluso te atreviste a invadir nuestro territorio y secuestrar a una de nuestras discípulas! ¿Dónde se fue todo eso? No me digas que no puedes soportar ni un poco de dolor. ¡Tsk, qué maldito cobarde! —dijo la mujer mientras desprendía más de su piel.
En esta oscura habitación, Número Uno tenía su fuerza sellada y estaba atado a una mesa con todo tipo de herramientas de tortura a su alrededor. El olor a sangre y muerte impregnaba el área, pero curiosamente no había cuerpos ni prisioneros.