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El Guardián y Mira pronto aparecieron frente a un gran altar negro. Encima de ese altar yacía un orbe de color púrpura negro. El orbe no era muy grande, solo ligeramente más grande que la palma de un adulto, pero no hacía falta ni mirarlo para saber que este orbe estaba lejos de ser normal.
Rápidamente, los ojos de Mira se fijaron en este orbe y tan pronto como lo miró bien, casi perdió la razón, su alma estuvo a punto de destruirse y casi muere. Ella sabía instintivamente que esa muerte sería la peor clase de muerte. No solo no se le concedería la reencarnación, ¡sino que toda su existencia sería borrada del río del tiempo! Su pasado, presente y futuro desaparecerían y cualquiera que alguna vez la conociera habría olvidado que ella existió.
Si no fuera porque ella es la Verdadera Sucesora del Firmamento de la Muerte Ilimitada y la Vida Infinita (F.M.I.V.I. para abreviar), ese habría sido su destino.