—¡Jajaja! ¡Lo hicimos! —María reía con una expresión rebosante de orgullo sádico, pero lamentablemente, sus alegres pensamientos fueron interrumpidos por Celaine.
—¡Cállate, idiota! ¡No hay forma de que Mira haya caído con ese ataque! ¡Ambas sabemos que Mira volverá y no será tan amable como antes! —Celaine reprendió a María con una expresión grave. No solo grave, sino que parecía que estaba a un paso de la muerte.
Después de que María se deshizo de sus imaginaciones salvajes, ella también sintió el mismo terror que Celaine estaba sintiendo.
La parte más aterradora era que no podían ni siquiera sentir ninguna intención de matar o aura proveniente de Mira. Si no supieran mejor, habrían pensado que esta sensación venía de alguien o algo más. Todo lo que sabían era que sus instintos les gritaban que huyeran, pero ¿cómo pueden correr del segador? La muerte está en el aire y ha venido a cobrar.
La bestia dormida ha despertado...
