En algún lugar desconocido del universo, se encontraba sentado un hombre. Este hombre era cualquier cosa menos ordinario. Rodeado de incontables tesoros y miles de mujeres, parecía un rey y su reino era su propio harén. Las mujeres que lo rodeaban eran todas bellezas peligrosas capaces de derribar mundos y todas ellas emanaban una enorme presión. Pero el hombre en sí no emanaba presión alguna, casi como si fuera un mortal, pero eso es precisamente lo que lo hacía tan aterrador. No era que no emanara presión alguna, sino que era tan fuerte que incluso el universo no quería tener nada que ver con este ser y lo evitaba.